
No por esperable deja de asombrar el grado de violencia, patanería, intimidación y deshumanización con que Trump ha comenzado su mandato como presidente de la principal potencia del planeta.
En menos de un mes ha puesto de relieve su espíritu imperial pidiendo la anexión de territorios tan lejanos entre sí como Groenlandia, Canadá y el canal de Panamá, solicitando a los países vecinos a Gaza que alojen a millones de palestinos para facilitar la limpieza étnica, cambiando el nombre al Golfo de México, y como no podía faltar, hablando de cortarle el sustento a Venezuela y Nicaragua, mediante la restricción de las importaciones petroleras en el primer caso y la expulsión del tratado de libre comercio en el segundo.
Las medidas coercitivas de EEUU, como se sabe, solo sirven para degradar aún más los derechos del pueblo y atornillar a las elites corruptas.
Además, ha impuesto aranceles del 25% a México y Canadá (aunque suspendió la medida temporalmente en el caso de México) y del 10% a su principal enemigo hegemónico, China, lo que puede desatar una guerra económica a nivel global.
Por si fuera poco, inicia una cacería de indocumentados por todo EEUU, que son tratados como delincuentes, separados de sus familias y expulsados del país, en condiciones vejatorias de la dignidad humana.
Más allá de lo peligroso y desestabilizador que es el rumbo tomado por el gobierno norteamericano, esos impulsos violentos, defensivos y de búsqueda de autarquía, parecen ser más un síntoma de una potencia que ve en riesgo su primacía, y que asiste a su decadencia, que de relanzamiento de un Imperio.
Mientras todo esto sucede Trump y su séquito entablan una guerra cultural a todo pulmón contra todos quienes defendemos la equidad, la democracia, la solidaridad, los derechos humanos, la igualdad de género, la soberanía de los pueblos y la defensa del planeta y su biodiversidad; enarbolando al hacerlo un discurso de ultraderecha, patriarcal, racista, xenófobo y clasista que, hasta hace pocos años, solo una minoría expresaba abiertamente. Guerra cultural que se vuelve aún más peligrosa al estar detrás del actual gobierno norteamericano los plutócratas dueños de las empresas tecnológicas más importantes, que dominan las redes sociales y los desarrollos de la inteligencia artificial.
Como Corriente Comunes creemos que asistimos a un momento muy importante en la lucha global de los pueblos y sabemos que la lucha de la humanidad es la nuestra. Qué cuando defendemos la democracia y los derechos humanos en Venezuela, cuando nos enfrentamos a la desvalorización del trabajo y exigimos educación y salud pública y de calidad, cuando construimos formas de democratización económica o cuando luchamos contra la represión y un aparato de justicia penal clasista, estamos enfrentando no solo el proyecto neoliberal del gobierno de facto venezolano, sino que estamos colaborando en la construcción estratégica de una alternativa al proyecto deshumanizador del capital.
A Trump y sus multimillonarios les decimos que saquen sus manos de Venezuela que los problemas de Venezuela los resolvemos lxs venezolanxs. Nuestra solidaridad activa con todas las víctimas de la política migratoria xenófoba del nuevo gobierno de EEUU y con los pueblos del sur que ven su autodeterminación vulnerada por las medidas imperialistas.
Su proyecto será enfrentado y combatido por los pueblos del mundo.
Comunes, 03.01.25