Vivimos horas difíciles e inciertas. El gobierno ha consumado un zarpazo a la soberanía popular al no presentar los resultados de las elecciones, lo que solo sirve para confirmar lo que todos sabemos: la derrota sin concesiones a manos de un pueblo harto de los privilegios y los abusos. Habiendo perdido el favor del pueblo, no le queda más que la represión y la mentira como lo demostró la violencia policial y parapolicial de los días posteriores al 28 de julio. Es el poder contra el pueblo.
El autoritarismo del gobierno va de la mano de su decisión de entregar a Venezuela a los intereses de los capitales nacionales e internacionales. No cuenta con el apoyo del pueblo, pero sí de Fedecámaras, de la Chevrón, de la vieja y nueva burguesía y de cuantos capitales oscuros decidan hacer fortuna fácil con el país. El gobierno necesita acabar con la democracia para seguir imponiendo su feroz paquete neoliberal, acallando para ello la protesta y la resistencia. En ese camino han desparecido los logros sociales alcanzados en el gobierno de Chávez.
La derecha opositora, por su parte, vende potes de humo y ofrece soluciones mágicas que conducirán una vez más al desencanto y a la desmovilización, mientras clama por sanciones contra el país -que solo han servido en el pasado para favorecer al gobierno y a los dirigentes opositores, enriquecer a los ricos y sobre todo para empobrecer a los pobres- y sueña que la intervención de potencias extranjeras resuelva los problemas que solo nos toca a los venezolanos zanjar. Una vez más, esta derecha aplica una política de tierra arrasada: si ella no gobierna, no habrá nada que gobernar. Aunque haya logrado capitalizar electoralmente los anhelos de cambios de importantes sectores de la población, en el fondo no ofrece sino la continuidad de las políticas antipopulares y hambreadoras del actual gobierno: Privatizaciones, entrega al capital privado y extranjeros, destrucción del salario y de los derechos sociales. Aunque se haya disfrazado de demócrata, su historial demuestra que solo quiere el poder para que los de siempre manden.
Nosotros, esta corriente que presentamos hoy al país, nos deslindamos de estos dos bloques, ambos responsables, aunque en distinta medida, de la tragedia que vivimos. No participamos ni en la estafa que trafica con el nombre de Chávez para arrebatar la voluntad del pueblo e imponer un paquete que haría palidecer al peor de los neoliberalismos, ni con la estafa que promete soluciones mágicas mientras clama por sanciones y sueña con invasiones. No tenemos que ver ni con uno ni con otro fascismo.
No somos cómplices ni de uno ni de otro entreguismo.
En el fondo, más allá de los matices, son hermanos mellizos que desconocen al pueblo y trafican con la soberanía de la nación. Son dos caras de la misma moneda.
Nosotros no apostamos por el mal menor, porque creemos que la gente tiene derecho a la libertad, la justicia y la igualdad que ninguno de estos dos polos le garantizan. Frente al consenso neoliberal de ambas elites, nuestra lucha es por la igualdad y la justicia social.
Frente al escamoteo de la soberanía popular que se hace de lado y lado, proponemos la recuperación de la política desde la gente y la radicalidad democrática. Frente al despojo de la nación y su entrega a intereses foráneos, luchamos por la soberanía nacional y por la recuperación del bien común.
Esta corriente es democrática, popular y patriótica. Somos comunes porque reivindicamos el ejercicio de la política por parte de la gente común, frente a ambas elites que la han despojado de todo protagonismo y han hecho de la política un negocio privado. Porque luchamos por los bienes comunes fundamentales para la vida digna, frente al despojo y las privatizaciones. Porque reivindicamos el sentido común frente a la mentira y el engaño. Porque, a fin de cuentas, la política, si es justa, es sobre todo construir un lugar común en que todos seamos incluidos, sin oprimido ni opresores, sin explotados ni explotadores, sin que nadie quede afuera. No inventamos nada: somos el resultado de las luchas de muchos, de algo que viene de adentro, de algo de todos. Por eso somos corriente. Por eso somos comunes. Somos comunes y corrientes.
Solo de las luchas populares, de la resistencia colectiva, de la rebelión de los de abajo frente al abuso y la dominación de los de arriba, es que nacerá la patria buena, libre de autoritarismo, explotación y despojo.
Solo el pueblo salva al pueblo.
Reafirmamos por tanto el derecho de todos y todas a soñar y luchar por un país distinto en el que los jóvenes no mueran a manos de la policía o que tengan que migrar porque el país les cierra todos los caminos. Un país al que nuestros hijos puedan regresar. En el que nuestros abuelos no tengan que padecer por unas pensiones de hambre. En el que los trabajadores reciban el salario que se merecen por su trabajo. Un país para la gente, no para los corruptos ni los ricos.
Sabemos que cunde el miedo y la desesperanza, el desconcierto y la frustración. Pero también sabemos que la esperanza la hacemos todos, con nuestras manos y desafiando a quienes siembran el desaliento. Hay que tener audacia y paciencia, firmeza y perseverancia.
Creemos que la tarea inmediata es resistir al autoritarismo, defender los espacios democráticos, recuperar la confianza en las propias fuerzas, retomar la calle, impulsar y cualificar las luchas populares por salarios justos, por respeto a los derechos humanos, por justicia social, por el rescate de la soberanía popular y en defensa de la Constitución, articular a los actores democráticos, revolucionarios y populares, reconstruir una cultura democrática frente a la mercantilización de la vida, echar a andar una alternativa para nuestro pueblo.
Organizarnos, luchar, resistir, inventar.
Frente al despojo de la democracia, al robo de las riquezas del país, a la explotación y empobrecimiento, convocamos a todo el pueblo venezolano a organizar la rebeldía. Solo la lucha y unión de todos nos devolverá la esperanza.