A un año del gigantesco fraude perpetrado contra la soberanía popular, el gobierno de Nicolás Maduro no solo mantiene el engaño al pueblo, al no publicar los resultados, sino que persiste en su decisión de cerrar todas las vías políticas. Las dos últimas elecciones son una muestra de ello.
El gobierno, como buen tramposo, juega con ventajas, desalentando el voto popular, con un CNE absolutamente deslegitimado, persiguiendo a los candidatos y prohibiendo tarjetas, no permitiendo que los sectores de izquierda participen, para así garantizarse el control institucional del país aun siendo una minoría cada vez más repudiada.
Vuelve a dar cifras que nadie cree. Ni siquiera se preocupa por guardar las formas. Por el contrario, mientras más arbitrario y más grosero, piensa el gobierno, mejor: demuestra que no le interesa ni la democracia ni lo que piense el pueblo. Su única preocupación es preservar a toda costa el poder y los privilegios de una casta odiada por toda la nación.
Pero con esto el gobierno se da un tiro en el pie. Al buscar quedarse con todo el poder, el gobierno cierra las vías de la política y los canales institucionales para expresar el conflicto, creando condiciones para que el descontento popular creciente se exprese de otras formas y aumente la ilegitimidad de las elites que nos gobiernan. Esto además en un momento que las condiciones de vida de los venezolanos se hacen cada vez peores. Estos 12 meses del fraude han sido también 12 meses de profundización del saqueo de la nación y de la explotación de los trabajadores.
Con el salario de los venezolanos a un dólar, con los servicios públicos que no funcionan pero cada vez son más difíciles de pagar, con el costo de la vida por las nubes, al venezolano no le queda más alternativas que protestar contra un gobierno que le quita el derecho a expresarse mientras lo mata de hambre.
Del lado de la oposición de derecha tampoco hay nada que esperar. La derecha, encabezada por María Corina Machado, estafó al pueblo ofreciéndole un cambio que no era tal y que no supo cobrar. Su plan de gobierno no era muy distinto a lo que ya teníamos con Maduro: privatizaciones, destrucción del salario y los derechos laborales, gobernar para los ricos y, en consecuencia, mayor empobrecimiento y desigualdad. Una derecha que promovió una colecta de dinero para financiar la violencia contra venezolanos.
Esa oposición desconfía del pueblo llano, le tiene miedo. Cuando el pueblo bajó de los cerros después del fraude, María Corina y su camarilla se asustaron y llamaron a desmovilizar a la gente. No les gusta que los pobres protesten, porque si protestan contra este gobierno, lo seguirán haciendo contra un gobierno de ellos, que seguirá violando los derechos del pueblo.
Desde el 28 de julio, María Corina y la derecha se ha dedicado a dos cosas. Una, a esperar que sean otros, en este caso los gringos, los que resuelvan los problemas que solo los venezolanos podemos resolver. La segunda, a ofrecer en remate el país a los gringos, regalando lo que no es suyo, a ver si los anima a invadirnos. Además, se han encargado de desacreditar a nuestros muchachos que migraron, pensando que así podían lograr la intervención norteamericana. En fin, al igual que al gobierno, no les interesa el pueblo, solo el poder.
Los venezolanos estamos solos en esto. Ningún milagro ocurrirá. Ningún superhéroe (ni con bigote, ni mantuana, ni rubio) nos salvará: Solo nos queda luchar, saber que la esperanza la hacemos mano a mano, organizándonos, peleando, reclamando, perdiéndole el miedo a la represión y dejando de creer en las mentiras de la derecha.
Sólo nos queda Organizar la Rebeldía.
COMUNES, Corriente popular, 28.07.25
